Mi fascinación por la naturaleza ha sido una constante. Tuve la suerte de nacer en un país que se precia de su biodiversidad, y en una familia que ha privilegiado y cultivado en mí el amor por la flora y por la fauna.
Me he dedicado a trabajar con flores y a disfrutar del campo. Por eso, desde 1993, recorro bosques y selvas colombianos, y no dejo de admirar la abundancia de colores y olores, de sonidos, la diversidad de climas, la amabilidad de sus habitantes. Curiosamente, no fue en las caminatas de días y semanas por entre bosques en donde conocí las orquídeas, y no se me había cruzado por la mente que algún día me dedicaría a su cultivo. Mi historia con ellas comenzó en el año 2003, cuando un amigo me invitó a una exposición regional en Medellín. Confieso que me sorprendieron. Fue muy impactante ver tantas plantas de una misma familia, todas tan diferentes, con formas tan distintas, con olores y colores tan diversos. Y comencé a estudiarlas, una labor que no termina porque cada día se conoce algo nuevo acerca de un género, de una especie, pero que da mucha satisfacción, especialmente cuando se logra mantener un cultivo saludable y compartir con amigos, con aficionados, con turistas, el placer de verlas florecidas, de disfrutar su belleza, su esencia. Espero que quienes nos acompañen en Alma del Bosque, se contagien del encanto de estas plantas y se queden con ellas, como yo, esperando cada vez con más entusiasmo, asistir al espectáculo que representan cada vez que florecen.